sábado, 19 de septiembre de 2015

Noches en Madrid.

Te amo aquí, allí, en cualquier parte.
Me des la vida o me mates,
me robes el tiempo, el alma, las prisas, los besos o el llanto.
Te amo con locura, de este modo tan estúpido y apasionado. Como las noches sin estrellas en Madrid, como las tazas de esperanza que desayuno desde que no estás, desde que he dejado de colarme entre tus sábanas.
Te amo aunque no me ames. Aunque yo sea una insignificante coma y tú mi punto final. Ojala tan solo un punto y aparte. Seguido imposible. Pero un punto, al fin y al cabo.
Te amo como amo estas calles vacías que ocultan el dolor de mis atardeceres. Que vendan mis ojos. Y camino, a ciegas, por la ladera de tu ausencia, de tu risa, tan lejana, tan necesaria, tan... Te amo, pero otoño se ha instalado en mi pecho. Y tú no me amas, ni recuerdas cómo traerme la primavera. Otoño se cierne a mis entrañas y llama a la puerta de mis acciones, de mis reacciones. Otoño quiere ser yo, que nos fundamos, que nos convirtamos en uno sólo y solo uno. Pero Otoño sabe que no es bienvenido en mi ser. Aunque me conozca mejor que nadie. Aunque se apodere de mí una y otra vez.