martes, 10 de noviembre de 2015

Hoy os hablo a vosotros. Sí, a vosotros. Los que hacéis del deporte una mafia y del asesinato una tradición, y supuesta cultura. Los que convertís en tabú algo tan natural como el sexo y, en cambio, la violencia, explícita o no, en nuestro pan de cada día. Los que imponéis canones en algo tan libre como el amor pero os asusta regular otras cosas, por si acaso perdéis vuestros privilegios. Los que educáis en el odio y sus diferentes vertientes, exponiendo el racismo, machismo, homofobia y toda una larga lista de etcéteras como una supuesta opinión, amparándoos en ese argumento falaz de que debe ser respetada (porque vosotros lo hacéis con las de los demás, claro, que la propia defensa de esas ideas no censura la vida de otras personas, ah) pero tenéis miedo de instruir a vuestros hijos en el arte de amar. Los que lográis seguir detentando el poder mediante el miedo pero teméis más que nadie.
Os hablo a vosotros. Sí, a vosotros.
No quiero un mundo en el que primen vuestras absurdas imposiciones. Ya sé que la Humanidad no os soporta, pero quizás se deba, de hecho, a que os empeñáis en despreciar su humanidad.

viernes, 30 de octubre de 2015

221B.

Noche. Una cálida noche de invierno. La luna se recorta contra el cielo ennegrecido y emana la misma esperanzadora luz que tu mirada.
Es tarde, pero eso no te importa.
La calle en ruinas se halla completamente vacía, pero eso no te importa.
La lista de reproducción ha tocado su fin, pero eso no te importa.
No te importa cuando ella aparece, caminando a su manera, medio tambaleándose, con las rodillas arañadas y un cartón de vino bajo el brazo.
No te importa cuando ella te sonríe como si nada sucediese, aunque eres totalmente consciente de que no es más que una de sus múltiples máscaras.
Y, ¿sabes? A ella tampoco le importa.
Por eso se sienta junto a ti y alza la empañada mirada hacia las estrellas. Por eso ríe aunque el tejado esté a punto de derrumbarse sobre vuestras cabezas. Por eso no teme en asentir, con tristeza, cuando le preguntas "¿otra vez?".
No le importa porque estás ahí, y eres tú quien ha logrado parar el ruido del mundo en mil ocasiones, quien la rescata constantemente de entre los escombros, escombros que la gente trata de reunir una y otra vez solo para derribar de nuevo.
De modo que, si te quedas, esperará toda la noche... O hasta que su corazón explote, para que ambos encontréis vuestro lugar.
- Puedes huir conmigo siempre que quieras. -Susurra, y una nube oculta brevemente la luna, solo para que ésta vuelva a emerger, brillando con más fuerza que nunca.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Noches en Madrid.

Te amo aquí, allí, en cualquier parte.
Me des la vida o me mates,
me robes el tiempo, el alma, las prisas, los besos o el llanto.
Te amo con locura, de este modo tan estúpido y apasionado. Como las noches sin estrellas en Madrid, como las tazas de esperanza que desayuno desde que no estás, desde que he dejado de colarme entre tus sábanas.
Te amo aunque no me ames. Aunque yo sea una insignificante coma y tú mi punto final. Ojala tan solo un punto y aparte. Seguido imposible. Pero un punto, al fin y al cabo.
Te amo como amo estas calles vacías que ocultan el dolor de mis atardeceres. Que vendan mis ojos. Y camino, a ciegas, por la ladera de tu ausencia, de tu risa, tan lejana, tan necesaria, tan... Te amo, pero otoño se ha instalado en mi pecho. Y tú no me amas, ni recuerdas cómo traerme la primavera. Otoño se cierne a mis entrañas y llama a la puerta de mis acciones, de mis reacciones. Otoño quiere ser yo, que nos fundamos, que nos convirtamos en uno sólo y solo uno. Pero Otoño sabe que no es bienvenido en mi ser. Aunque me conozca mejor que nadie. Aunque se apodere de mí una y otra vez.

lunes, 29 de junio de 2015

La linde entre el invierno y la primavera.

En lo más profundo de este océano de escombros, de esta selva artificial, se esconde una pequeña flor, más frágil que ninguna, pero que se niega a dejarse marchitar.
Erguida, alzando sus pétalos hacia el cielo, espera observar el sol, o quizás las estrellas. Lo importante es saber encontrar lo hermoso que se esconde tras ello.
Quiere rebelarse, ansía luchar contra cualquier tipo de opresión. Pero no comprende hacia dónde debe enfocar su rabia, pues el bosque entero siempre supuso un ambiente hostil en su totalidad.
Y, entonces, algunos brotes comienzan a surgir a su alrededor, la rodean, danzan junto a sus raíces y, en ocasiones, se enredan con ellas de tal modo que nadie podría decir a ciencia cierta si tratan de abrazarlas o de atarlas.
Y, ahora, la pequeña flor teme perder sus pétalos, o verse desprovista de la luz necesaria para vivir, acabar sumida bajo las sombras que amenazan con cubrirla por completo. Pero, ¿quién sabe qué ocurrirá? También cabe la posibilidad de que los brotes no signifiquen si no el comienzo del repoblamiento de aquel bosque marchito en el que la pobre llevaba tanto tiempo, sola y olvidada.
Y nadie sabe si lo más correcto sería permanecer firme... O quizás dejarse mecer por el viento.

domingo, 21 de junio de 2015

Silencio.

El silencio posee una voz hermosa. La más dulce y delicada de todas cuantas he tenido el placer de escuchar. Te abraza con sus palabras, acaricia tus oídos y te alcanza, hasta besar tu alma. Oh, siempre amé el silencio ¿nunca te lo había dicho? Pero mi silencio no es el mismo que caracteriza al vacío. Ese me aterra. Mi silencio es hogar de trinos de pájaros, el sonido de las hojas de un árbol mecidas por el viento, de las olas chocando contra la bahía, de mis pasos incesantes y el latido de un corazón. Ese silencio que huye de la humanidad y se esconde en la razón, en lo más profundo del ser.

domingo, 26 de abril de 2015

Y, ella, que tan solo buscaba resplandecer.

Ha llegado el otoño para arrancarme la piel. Se cierne a mis huesos, juega con mis entrañas tratando de engañarme, de llevarme de vuelta al infierno donde un día me consumí. Me abraza con el dulce cariño de las promesas que nunca se verán cumplidas, me susurra al oído frases reconfortantes para ahogar el ruido del mundo exterior. Y ya tan solo oigo los gritos a lo lejos y me sumo en la oscuridad donde todas sus víctimas caemos en algún momento. Pero yo me debato, lucho, siempre peleando por emerger, por recuperar mi luz. El problema reside en que ya nadie recuerda el camino hacia ella. Y en que yo nunca tuve (ni tendré) un mapa del tesoro.
El fresco viento del otoño me congela el alma y entumece mis sentidos. Me miente, me hace creer que las conversaciones a solas y los escritos son suficiente, que puedo encontrar la ataraxia, matar mis sentimientos. Mas yo los entierro con vida, cavando hasta el amanecer. Solo la luna llena es testigo de mis pecados e, irónicamente, estos le colman de placer. Y a la mañana siguiente la tierra aparece removida y aquel antiguo dolor atroz ha escapado. Y me busca. Y sabe dónde encontrarme. Porque me conoce mejor que nadie. Porque sabe con qué estocada logrará hacerme caer.
¿Y qué queda, pues, ahora? ¿Luchar, huir? ¿Avanzar, retroceder? Es el mundo al completo contra una sola alma gritando desde el fondo del abismo, incomprendida, sensible, sin nada que ganar y todo por perder.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Arrancarte la vida a pedazos porque hay almas que no se destrozan solas.

Creo que, en algún momento, comencé a oír el tic tac de los relojes de arena. Puede que tratase de aferrar al tiempo de la manga, sí, lo asumo, cargaré con las consecuencias. Pero en mi defensa he de añadir que ya era demasiado tarde. Había preparado las maletas, empaquetado recuerdos y retazos de mi alma y gritaba que quería irse, huír de mí y de todo lo que represento. Que me temía porque le amaba demasiado, pero que, en mi locura, solo apreciaba su ausencia.
Y pese a todo, yo recordaba cada uno de sus sermones y advertencias. Tienes que aprender a valorar a los otros humanos, insistía incansablemente, dependes demasiado de mí. Yo no soy así, le contestaban mis labios, las lágrimas recorriendo las mejillas, jamás necesito nada del resto. Solo de ti.
Pero ya no quedaba tiempo para el tiempo y para mí. Tan solo un café frío sobre la mesa y los agridulces recuerdos de cuando me daba más de lo que podía pedir.

viernes, 6 de febrero de 2015

Otoño.

Que alguien le diga al otoño que no pienso esconderme. Que, en esencia, es tan sólo una metáfora. Que no le temo, que no retrocederé cuando llegue. 
Que alguien le explique al otoño que no tiene ni voz ni voto en mis decisiones, que me tatué su nombre en el corazón, mas no el sentimiento. Que alguien me convenza de que Otoño está aún lejos. Que no volverá. Que nunca existió. Que es mera ficción, una simple sombra de mi pavor.
Mantengamos las distancias, Otoño. Un año más, saltémonos tu estación y finjamos que jamás lograste cortarme los labios. Ni tan si quiera rozarlos.
Ovidémonos, Otoño, mi viejo y tierno amor. Porque las hojas no caen como antaño. Ya no mueren sobre el asfalto.
Dejémosle terreno a la primavera, que allane mi pecho, que haga florecer los capullos de mi alma, que metamorfosee mis deseos en mariposa, que deshiele los glaciares de mi conciencia, de mis errores, de mis engaños.
Que alguien le escriba al otoño comentándole que ya no es bien recibido, que la pasión se ha desatado, y que el invierno quedó atrás, malherido. Mis más sinceras disculpas.